*A través de la lucha libre, ha encontrado su verdadera vocación, y, al mismo tiempo, ha hecho las paces con su pasado. Las arenas, con sus aromas y su energía, se han convertido en su hogar. El ring es ahora el espacio donde puede liberarse de cualquier dolor y transformarlo en fuerza, entregando cada pelea como si fuera la última. ¡¡Sin payaso no hay fiesta!!
Por Sergio Masté
En el mundo de la lucha libre, Pagano es una figura peculiar. Un luchador de carne y hueso, como él mismo se define, que ha encontrado en el ring algo más que fama o aplausos. Ha encontrado una razón para seguir adelante y una forma de inspirar a otros, especialmente a aquellos que, como él en su niñez, han tenido que enfrentarse a momentos difíciles.
La historia de Pagano comenzó en las calles de Chihuahua, donde creció en un entorno marcado por dificultades. Desde niño, la vida no fue sencilla: la timidez y el bullying le arrebataron muchas sonrisas y lo dejaron con heridas invisibles que, más adelante, le costaron adaptarse a la escuela y a su entorno. Pero había un escape en medio de esa soledad. A los siete años, un día su padre lo llevó a una función de lucha libre. Pagano recuerda ese día como si fuera ayer. Desde que entró a la arena, lo envolvió una sensación de pertenencia. El olor a semillas tostadas, las máscaras de colores y la energía de los luchadores lo atraparon para siempre.
“A partir de ese momento, algo en mí cambió”, relata con emoción en la mirada. “Yo me llevaba a la escuela los papeles impresos que repartían en la arena. Eso era lo que me hacía sentir en casa”. Así fue como nació su primer lazo con la lucha libre, y aunque entonces no imaginaba que se convertiría en su destino, el ring ya lo llamaba.
Los años pasaron, y aunque la vida seguía su curso, la sombra de los problemas personales aún pesaba en sus hombros. Pero a los 20 años, el destino le jugó una carta importante: un amigo lo invitó a una función de lucha. Fue una experiencia impactante que lo llevó a tomar una decisión determinante. Al día siguiente, decidió que se entrenaría como luchador, y se dispuso a encontrar un gimnasio. En sus primeras semanas de práctica, alguien le lanzó una pregunta que cambiaría su vida: “¿Cómo te vas a llamar cuando debutes?”. Para él, fue la primera vez que alguien creyó en su potencial, en la posibilidad de que él, un joven con una infancia marcada por la lucha personal, podría algún día ser un luchador en el ring.
Pagano tomó el desafío con seriedad. Decidió que no solo sería un luchador más; se convertiría en un ídolo de carne y hueso, alguien real y cercano, un luchador con el que la gente pudiera identificarse.
“Si soy una inspiración, aunque sea para una sola persona, eso me hace feliz. Nunca más seré un perdedor”, afirma con determinación. Hoy, con una trayectoria consolidada, Pagano ha logrado mucho más que fama: se ha ganado el cariño de una afición que aprecia su autenticidad y su entrega total en el cuadrilátero. Es también uno de los pocos luchadores que interactúa con el público, especialmente con los niños. Para él, es importante darles un mensaje de esperanza y superación.
Para sus seguidores, Pagano no solo es un luchador más, sino un ejemplo de cómo enfrentar las dificultades de la vida. Desde el rincón oscuro de una infancia difícil, ha emergido un ícono de lucha, no solo en el ring, sino también fuera de él, recordándonos que nunca es tarde para redirigir el destino y salir victorioso.