En diálogo con la prensa, calificó de «fracaso» la marcha de esta semana y dijo que «todo funcionará» en el Mundial
RÍO DE JANEIRO.- Un día después de que miles de brasileños salieron a las calles para protestar por los millonarios gastos públicos del próximo Mundial de fútbol, la presidenta Dilma Rousseff calificó la manifestación de anteayer como un «fracaso», ya que no logró convocar a las multitudes que los organizadores esperaban, en repetición de las masivas marchas del año pasado.
La mandataria hizo sus comentarios durante una cena que ofreció anteanoche a una decena de reconocidos periodistas deportivos brasileños en su residencia del Palacio da Alvorada. Aunque las declaraciones no fueron grabadas, todos los presentes coincidieron en que, para Rousseff, los sindicatos, organizaciones estudiantiles, partidos de extrema izquierda y grupos anarquistas que convocaron a la movilización «fracasaron» en lograr la adhesión de una gran cantidad de brasileños en contra de la Copa, que comienza el próximo 12 de junio.
«En relación a las protestas del jueves, Dilma consideró que fueron muy débiles», escribió Paulo Calçade, del diario O Estado de S. Paulo, que participó de la recepción.
«De acuerdo con informaciones del Palacio del Planalto, lo que se vio principalmente fue una «acción mediática», con anuncios de que problemas graves, con manifestaciones monumentales contra la realización de la Copa, podrían suceder y que «afortunadamente no ocurrieron»», agregó el periodista.
Según las autoridades, apenas unas 22.000 personas en todo el país se sumaron a las marchas del «Día de lucha contra la Copa», que había sido bautizado popularmente como «Superjueves». No obstante, el gobierno indicó que seguirá monitoreando en las 12 ciudades-sede a los grupos de protesta, que critican el despilfarro de dinero público en la construcción y reforma de los estadios y piden mayores inversiones en salud, educación, vivienda y transporte.
De acuerdo con el relato de Renato Mauricio Prado, del diario O Globo, Rousseff señaló que el gobierno aprendió mucho con las manifestaciones que sorprendieron al país en junio del año pasado, justo antes de la Copa de las Confederaciones.
«Allí tuvimos excesos de las dos partes, de los manifestantes y de la represión policial. Ahora creo que todos se portarán de manera diferente, hasta porque la opinión pública es contraria a la violencia y a la depredación», habría dicho Rousseff, según el periodista de O Globo.
Aliviada por la baja adhesión popular de estas protestas, y pese a las demoras en la construcción de los estadios, las fallas en los aeropuertos y los sistemas de movilidad urbana, la presidenta habría destacado que la Copa será un éxito.
«Todo va a funcionar, ya van a ver. Y el país del fútbol recibirá el mayor espectáculo del mundo como nadie. Cuando llegue la hora, Brasil enloquecerá», sostuvo la presidenta, que comentó que incluso ella ya había logrado completar el álbum de figuritas del Mundial.
Y al recordársele que el alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, dijo el año pasado que se mataría si Brasil fuera derrotado por la Argentina durante la final en el estadio Maracaná, el 13 de julio, Rousseff golpeó la mesa y en tono de broma dijo: «Yo no me voy a matar. ¡Y no vamos a perder con la Argentina!»
Su humor cambió cuando le preguntaron por las presiones de la FIFA, especialmente de su presidente, Joseph Blatter, y su secretario general, Jérôme Valcke, que criticaron mucho al gobierno brasileño por la organización del campeonato.
«¡Sáquenme a Blatter y a Valcke de mis espaldas!», habría dicho, para indicar que fueron un tremendo peso.
En tanto, en una entrevista que dio ayer a la televisión suiza, Blatter culpó al gobierno por la tensión social que se vive en Brasil.
«Los brasileños están un poco insatisfechos. Se les prometió mucho», dijo, y luego agregó que «para cambiar a Brasil, la sociedad tendrá que tener voluntad de trabajar».
Durante la cena en el Palacio da Alvorada, descartó que el resultado de la Copa pueda afectar sus chances de reelección en las elecciones del 5 de octubre, y afirmó que no le tiene miedo a un ballottage. Según las encuestas, aunque ella aún es la favorita, no podría evitar ir a segunda vuelta con uno de sus dos rivales: el senador Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), o el ex gobernador de Pernambuco Eduardo Campos, del Partido Socialista Brasileño (PSB).
Dilma también defendió la reciente propaganda de su partido, el PT, que, apelando al miedo, llama a no perder las conquistas sociales ganadas.
«La propaganda es del PT, no se trata de una propaganda del gobierno. A partir de agosto seré yo quien tendrá que demostrar las cosas y tengo mucho que mostrar», garantizó.