Cristiano Ronaldo, en definitiva, celebró el gol no con el Madrid ni con el madridismo, sino con los productores de su película
Hubo un tiempo, por lejano que parezca, aunque sea menos lejano de lo que parece, en el que los futbolistas cuando conseguían un gol iban en busca de sus compañeros para celebrar el éxito colectivo de una jugada que, quizás, había nacido en el saque del portero. Luego, por la mediatización del fútbol, se abrió el top ten de las celebraciones más friquis de la historia, acompañadas generalmente de una huida del goleador respecto a los compañeros: ‘el gol lo he marcado yo, no nosotros’. La última innovación es más compleja. Cuando Cristiano Ronaldo marcó el último gol del Real Madrid en la final de la Champions, de penalti, sin capacidad de respuesta del enemigo, se embraveció simulando una celebración equiparable al Maracanazo de Ghiggia en 1950, cuando en realidad se trataba de un apunte en la ficha de un partido ya vencido.
Todo tenía un sentido terriblemente práctico: el rodaje de una película titulada Cristiano Ronaldo: The movie (nada original por cierto) que exigía una musculatura pública en ese u otro partido que diera sentido a un guion económico. Nada hay más subversivo frente al espíritu romántico y colectivo del fútbol que sacarse la camiseta del club al que representas y que te paga. Ronaldo no hizo ni más ni menos que sacar provecho económico, en su caso, de una situación muchas veces repetida. Cristiano Ronaldo, en definitiva, celebró el gol no con el Madrid ni con el madridismo, sino con los productores de su película (Paramount), fuera el cuarto o el primero, de penalti o con la mano. La imagen tenía un valor icónico. Deportivamente, el partido lo decidió Sergio Ramos, pero socialmente, a través de su película permanecerá en el celuloide de Ronaldo. (agencias)