Nueve carreras, nueve victorias. El mismo campeón en cada una. Y tan diferentes las gestas como distintos han sido los circuitos, las condiciones de la pista o los rivales. Pero siempre gana él, Marc Márquez. Esta vez se trataba de ganar saliendo desde el pit lane, el pasillo que comunica la pista con los talleres de los equipos, el lugar donde se concentró toda la acción en los compases iniciales de una prueba que arrancaba precedida de un chaparrón.
Y, como nada se le resiste, cayó la novena después de haber tenido que renunciar a salir desde la pole. La osadía en los primeros giros, cuando todavía no estaba muy claro qué partes del trazado germano estaban totalmente secas y cuáles todavía mojadas, su habitual irreverencia en los adelantamientos, y un ritmo al que solo era capaz de llegar (y no siempre) su compañero Pedrosa, auparon a Márquez, que no solo no afloja por muchos coletazos que le dé su Honda, sino que los provoca, como las últimas derrapadas que precedieron a su entrada en meta, un guiño a sus mecánicos. Así se divierte, quién sabe si para salpimentar un dominio que solo puede aborrecer a sus rivales.
Llegó el campeón a la última curva con ganas de marcha. Siempre tuvo mucha gracia para aguantar ese tipo de embestidas, también las reales, pues a dos vueltas del final ya le había dado unos coletazos su Honda. No podía (no quería) bajar demasiado el ritmo ni la guardia, que Pedrosa estaba al acecho. Y quería ganarle en su estadio preferido, ya que hace un año no tuvo ocasión. Nada en aquel final tan típico (subieron al podio Márquez, Pedrosa y Lorenzo) remitía a una salida que fue de locos.
La lluvia volvió a entrar en juego (como ocurría dos semanas antes en Assen) a poco de comenzar la prueba. Los pilotos se preparaban para formar en la parrilla cuando el cielo descargó. Pero fue solo un chaparrón, algo rápido. Y tras la vuelta de reconocimiento todos aquellos que calzaban los neumáticos rayados se dieron cuenta de que la pista, más seca que mojada, exigía un cambio de estrategia. La foto de la parrilla de salida fue un auténtico esperpento: se quedó solo en las primeras filas Stefan Bradl, que ya había cambiado a gomas de seco allí mismo. Con él había un total de nueve pilotos en formación.