UNA ‘MONJA’ EN LA PISTA

Jagger, exnúmero dos mundial, vuelve a Wimbledon tras ser ordenada por la Iglesia anglicana

 

En el orden de juego, un guiño del pasado que enseguida aprecian los espectadores más veteranos, aquellos que no leen anaqueles porque los escriben.

Andrea Jaeger compite un dobles con Rennae Stubbs y frente a Jana Novotna y Barbara Schett en la pista 12 de Wimbledon, tempranito, a las 11.30 de la mañana. Los fotógrafos acuden a la caza de la instantánea.

Esto es algo que no se ve todos los días, por mucho que sea un torneo de leyendas: a una exnúmero dos mundial convertida en monja y, de repente, de vuelta a las pistas tras colgar los hábitos. A la niña prodigio que jugaba finales grandes con 16 años y que lo abandonó todo con 18. A la chica de las coletas que hacía temblar a la mismísima Chris Evert.

Durante casi un lustro, Jaeger (Chicago, 48 años) fue la hermana Andrea, una monja de confesión anglicana que dejó atrás su buena carrera como tenista. Solo la gran Martina Navratilova fue capaz de frenar a aquella niña prodigio en dos finales grandes (Roland Garros 1982 y Wimbledon 1983). Cuando colgó la raqueta, la estadounidense había sumado diez torneos, millones en ganancias y una serie de lesiones de hombro que terminaron con su carrera y le llevaron por el camino de vivir para ayudar a otros.

«Eso siempre estuvo en mi alma», suele explicar la jugadora, ya cerca de la cincuentena, tras una infancia marcada por las exigencias competitivas de su padre, un tipo duro, alemán de nacimiento, acostumbrado a usar el cinturón para dejar las cosas claras. «Por eso lo pasé mal en el tenis: para tener éxito tienes que ser egoísta».

Hoy, Jaeger, que no es una de esas extenistas que viajan de exhibición en exhibición, trabaja a través de la Fundación Little Star para ayudar a niños enfermos de cáncer. Con ella han cooperado Kevin Costner, John McEnroe, Paul Newman, Monica Seles, Madonna, Garth Brooks o Pete Sampras. En Wimbledon, una monja sobre la pista.

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