Boxeador, luchador y réferi peninsular

Se trata de Francisco Rubén Rosado Ricalde, mejor reconocido como “Panchito”, “la “Saeta Negra” o “El Volador”, hoy taxista y masajista o “sobador”, de peloteros locales y de grandes ligas, además convivió con “El Santo”, “Mil Máscaras” y Huracán Ramírez”

 » Por José Pinto Casarrubias

Pionero de Cancún, luchador, beisbolista, réferi, taxista y hasta masajista o “sobador”,  Francisco Rubén Rosado Ricalde, mejor conocido entre sus amigos como “Panchito” o “El Volador”, por sus lances en la lucha libre, nos abrió las puertas de su hogar para una amena charla, en la que nos platicó de su familia, sus inicios en el deporte e incluso derramó algunas lágrimas, pues al recordar tantas cosas, fue imposible evitar tocar esas fibras más sensibles del ser humano y sobre todo, cuando ha dedicado al deporte más de 30 años.

Además tuvo la fortuna de convivir con luchadores legendarios como “·El Santo”, Huracán Ramírez” y “Mil Máscaras”, entre otros, con los que compartió interesantes anécdotas.

“Panchito”, actualmente cuenta con 54 años de edad, pero su jovialidad y excelente humor, lo hacen ver mucho más joven, además de que lleva una vida sana y corre todas la mañanas para mantenerse en forma, pues aún tiene varios sueños por cumplir dentro del deporte cancunense.

Nace en la colonia Santa Lucía, en Valladolid, Yucatán el 25 de enero de 1960, donde crece en el rancho de sus padres, estudió su primaria y por un pleito de su padre con sus hermanos, deciden probar suerte en Cancún, cuando “Panchito” tenía apenas

 13 años y llegan a la colonia Puerto Juárez, que en ese entonces así se llamaba.

 

“Pero como era menor de edad no me daban trabajo, entonces lo que hacía con mis hermanos, era recolectar limones, pues como se vendía mucho marisco, recogíamos los limones de los ranchos cercanos de mis tíos, como Rancho Viejo, o donde está el “Toro Valenzuela”, había naranjas y limones y ganábamos buen dinero vendiéndolo en los restaurantes de Isla Mujeres, así nos manteníamos o si no, nos quedábamos en el puerto a bucear y sacar monedas que nos lanzaban los turistas o ‘maletear’, de eso vivíamos”.

 

Ya a los 15 años, llegó ingenieros de Chihuahua, ciudad de México y de Hidalgo y los ingenieros le enseñaron cuestiones de topografía, pues iban a realizar un campo de béisbol que hoy es “El Beto Ávila”, pues aunque alrededor de 1975, sus primos donaron un terreno que era milpa y que hoy es la Unidad deportiva “Toro Valenzuela”, el lugar carecía de estacionamiento y se tuvo que buscar otro espacio.

 

“Entonces, ‘El Toro Valenzuela’, fungía como campo llanero para los juegos locales y ese campo se iba a llamar Augusto Velázquez, pero en 1981 cuando Fernando Valenzuela estaba en su apogeo, vino a Cancún y quitaron la placas de Velázquez y se la dieron, para que le pusieran el nombre de “El Toro Valenzuela”, por el famoso pelotero mexicano, pues llegó a inaugurar el campo junto con el entonces gobernador Pedro Joaquín Coldwell…

…esto sale a colación, porque originalmente, el “Beto Ávila”, iba a llevar el nombre del jugador local que pegara el primer cuadrangular, pero no fue así, pues lo pegó uno que le apodaban el “Pepitón”, no recuerdo su nombre y no se respetó ese acuerdo y creo que Beto Ávila estaba recién bajado de grandes ligas, vino a Cancún y le pusieron su nombre,

similar a los que pasó con el campo ‘Toro Valenzuela’.

 

• Se vuelve luchador y réferi como adolescente

Asegura que el nivel de aquellos juegos de la Liga Mexicana de béisbol, era incluso mejor que el de ahora, pero él jugó solo de manera amateur, por lo que en este punto de la entrevista, nos centramos en su afición por el box y la lucha libre, retrocediendo unos años en el tiempo, donde debuta como boxeador de los “Guantes de Oro”, en la Plaza de Toros ‘Silverio Pérez’, -que se localizaba e finales de los setentas en la venida Chichén Itzá, donde hoy es la Coca Cola- y logra cinco encuentros invictos a los 16 años (1976), pero reconoce, que al enfrentarse a un amigo, le dio un gancho a su amigo, quien empezó a regresar el alimento se traumó, entonces, con solo cinco combates, abandonó el box y se refugió en la lucha libre.

 

“Era peso mosca y ahí dejé el box, y me toca ver que llegan luchadores de Mérida, como Santiago Ortiz Quintal, “Corsario” y entrenaba a varios muchachos y me meto, a los dos años de entrenar, me dieron la oportunidad de luchar, pero yo no tenía mucho peso, pero me aventé y me autonombré ‘La Saeta Negra”, pero como volaba mucha, la propia gente me bautizó “El Volador”, el primer volador que hubo, no otro que salió después, pero como nunca registré el nombre, pues ni como reclamar, así empecé, pagaban bien, mi primer sueldo fueron 500 pesos, me pagó más que a los otros porque le gustó mi lucha al promotor que recuerdo se apellidaba Vallejo y vivía cerca de la plaza, con eso te comprabas dos pares de zapatos, dos mudas de ropa, era una buena lana, para que te des una idea, yo en ese tiempo estaba con los y ganaba 400 pesos as la semana en lo de topografía y en un ratito me pagaban 500 por luchar, pues eran muy buenos”.

 

Recuerda con una sonrisa, que sus padres no supieron de sus actividades en el Pancracio durante un año, pues no quiso decirles, hasta que lo descubrieron.

 

“Yo estaba guardado, pero mi madre me descubrió un día, porque iba a lavar la ropa y encontró mi máscara, mis mallas y me preguntó si era mía y le dije que si y no les dije porque me daba pena, pero ya toda mi familia me apoyó e iban a las luchas. No sé si era bueno, pero era muy rápido”.

 

• Santo, Mil Máscaras y Huracán Ramírez

Explica que se lastimó la espalda a los 4 años de luchar y es cuando decide meterse de réferi y curiosamente ganó mejor como réferi, que como luchador, pues solo luchaba una vez, pero como réferi estaba en todas las funciones, pues era el único y lo comenzaron a llevar a Mérida.

 

“Era un novato, esta muy niño y los que venían de la ciudad de México me trataban de golpear, pero los otros luchadores me aconsejaban que no me dejara, pues yo era la máxima autoridad y si, cuando me ponía enérgico, me respetaban, porque no existía ni comisión…

…pasó el tiempo y ya me llamaban para luchas en Tabasco, en otros lugares y conocí as “El Santo”, a “Huracán Ramírez, a “mil Máscaras, “Dos Caras” convivíamos juntos, recuerdo que “El Signo”, cuando bajaba, la gente lo empujó y me dio un puñetazo y me tumbó, entonces le dijeron oye, es panchito, el volador, el réferi y se acercó a pedirme disculpas y yo lo andaba cuidando para que no le hicieran nada…

…El Santo era muy reservado, daba consejos, luchaba y se iba, ya estaba grande en ese tiempo, era muy amigo y muy humilde, recuerdo una anécdota en Mérida, cuando había una lluvia muy fuerte y solo entraron 20 personas a la arena y el promotor le informó que no habría lucha y El Santo dijo, ‘no voy a cobrar ni un peso,  pero por respeto a la gente que vino, voy a luchar porque pagaron un boleto’, demostrando su profesionalismo  y los demás luchadores lo siguieron y se dio la función”.

 

• Vio a “El Santo sin máscara, pero entre ellos era normal

“Era un señor calvito, pero cejudo, era muy buena gente, el hijo es presumido, el padre no, era otro rollo, recuerdo muchas luchas importantes, la de ‘El Santo’ contra ‘El Perro Aguayo’ esa fue en Cancún, luchas de ‘Los Villanos’, Ray Mendoza, René ‘Copetes’ Guajardo, ‘El Ángel Blanco’ ‘Doctor Wagner’, ‘Rayo de Jalisco’, ‘El Solitario’  o con ‘Tinieblas’ ahí recuerdo, que ya como réferi, me cargó y me puso en la tercera cuerda, pero su contrincante –no recuerdo quien era- lo planchó, y grita, ‘réferi, a qué hora vas a contar’, entonces vuelo de la tercera cuerda, los cruzo u caigo a su costado y doy las tres palmadas y la gente se emocionó y comenzó a  gritar ‘volador, volador’, ya no eran los luchadores lo más importantes, entonces lo seguí haciendo, siempre buscando el momento preciso, así me gané ese mote, cerrando con broche de oro”.

 

Prosigue la charla, pero llega un momento en el que su voz se quiebra y es cuando se le cuestiona si no extraña todas esas vivencias.

 

“Ahora que me lo  recuerdas, es una emoción muy profunda, me tocaste un punto fuerte, claro que puedo regresar, vuelo todavía, porque me ejercito, me mantengo bien y la gente me pregunta mucho, no voy a las luchas, porque me da sentimiento, prefiero quedarme en casa, porque si lo extraño bastante, sobre todos por los amigos que aún viven, porque muchos ya se fueron, pero no me siento defraudado, hay cosas que no me gustan y lo digo, el circo no me gusta, las marrullerías”.

 

“Panchito” asegura, que por desgracia las autoridades no poyan mucho al deporte amateur, lo que provoca, un estancamiento y no hay impulso, provocando que muchos jóvenes desvíen el camino.

Actualmente el entrevistado comenta que renta una placa de taxi, pues debido a problemas visuales ya no puede manejar sobre todo de noche, pero además “soba” a deportistas locales y de alto rendimiento para mantenerse y le gusta meditar.

 

“Medito, me gusta leer la biblia, me gusta en ocasiones la soledad… soledad entre comillas pues vivo con mi mujer desde hace 20 años y con mi perrito coco, yo fui casado, tengo dos hijos que adoro, ya tengo un nieto, mi hijo vivió el Nueva York  tres años, es licenciado en administración de empresas y  mi hija el licenciada en pedagogía, pero los veo poco, me separé de su mamá hace varios años, pero los quiero mucho, mi hija tiene su escuela…

… aprendí a ‘sobar’ cuando me caí de una camioneta y me lesioné, y Freddy Juárez, que jugaba con la sucursal de Diablos, me compuso el codo, a él lo enseño u n cubano y él me enseñó a masajear a peloteros y ahora, de la liga mexicana, de las grandes ligas me buscan y gente en general, incluso de hoteles  me busca, pues aprendí a rehabilitar, a deshacer nudos, a componer tendones y lo sigo haciendo, pero eso me llevó años, de eso me mantengo, hace más de 25 años que hago eso y gracias a Dios, jamás nadie, me ha reclamado, aprendí bien, bueno, eso creo”, concluye nuestro entrevistado.

 

 

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